VINHO VERDE, AL ESTILO LITERARIO DE JOHN STEINBECK
Las uvas de la vida de Hansel y Gretel
En un pequeño pueblo enclavado en las verdes colinas del Miño, María y João eran conocidos como los cuidadores de los viñedos. Allí, el ciclo de la vida estaba dictado por las estaciones, y la alegría y el sufrimiento parecían entrelazarse, como enredaderas trepando por muros de piedra.
María, con su largo cabello negro, era la guardiana de las tradiciones. Conocía cada cepa como si fuera un miembro más de la familia, cuidándolas con ternura y respeto. João, hombre de pocas palabras, expresó su amor por la tierra a través de su dedicación y trabajo duro.
A medida que se acercaba el final del verano, el pueblo cobró vida con la promesa de la cosecha. Hombres, mujeres y niños se reunieron en los viñedos, listos para la cosecha. Las cestas todavía estaban vacías, pero los corazones ya rebosaban de emociones.
Con el sol besando la tierra, comenzó el baile de las tijeras. Las uvas maduras se cortaban suavemente de las vides y se cosechaban con el cuidado de alguien que sostenía a un recién nacido. Maria y João lideraron la cosecha, observando cada paso con orgullo y dedicación.
Después de largas jornadas de trabajo bajo un sol abrasador, el pueblo vibraba con la alegría de la cosecha. Fue un tiempo de compartir y comunión. Los niños se reían mientras probaban las dulces y jugosas uvas, y los mayores recordaban historias de cosechas pasadas. Al atardecer, a la sombra de los frondosos árboles, las conversaciones resonaban como los cantos de los pájaros que habitaban los viñedos.
Después de la vendimia, las uvas fueron llevadas a la bodega del pueblo, donde las tinas de acero inoxidable esperaban pacientemente. Maria y João trabajaron codo a codo, ellos y los amigos y familiares que los acompañaron, pisando las uvas con los pies descalzos, en un ritual que rinde homenaje a la tradición.
La cata de mosto era siempre un acontecimiento muy esperado. El pueblo se reunió y María y João fueron, por supuesto, los anfitriones de la celebración. Se esperaban sabores jóvenes pero prometedores, con notas de acidez y toques de frescura.
Los años pasaron y las estaciones se repitieron. María y João vieron crecer a sus hijos y convertirse en guardianes de los viñedos. Su pueblo se hizo famoso por los vinos que allí se producían y el apellido se difundió como el aroma de un buen Vinho Verde.
Un día, un renombrado enólogo visitó el pueblo. Probó el vino, con ojos que revelaban conocimiento y respeto. María y João sintieron que este enólogo podía entender el alma de sus uvas. El enólogo elogió la calidad del vino, calificándolo como una joya de la región. Y tras esta visita y estas palabras, no hizo falta mucho para que el pueblo, otrora olvidado, se hiciera famoso en el mundo del vino, atrayendo a curiosos, conocedores y amantes del vino de la región.
Los Vinhos Verdes elaborados por João y Maria fueron una auténtica celebración de los viñedos y de la región del Miño. Con las uvas cuidadosamente cosechadas a mano, sus vinos se caracterizaban por su frescura y vivacidad. Las variedades de uva autóctonas de la zona, como Loureiro, Alvarinho o Trajadura, les dotaron de un carácter único, con aromas frutales, notas florales y una acidez refrescante. El terruño único del pueblo, marcado por suelos graníticos e influencias marítimas, dio a los vinos una mineralidad distintiva. Cada botella producida representó un homenaje a la tradición y la pasión de João y Maria por su tierra y las vides que allí crecían.
El ciclo de la vida continuó, tranquilo y sencillo, con las estaciones que se suceden en las verdes tierras que dan origen al vino que allí se produce. Maria y João se marcharon dejando atrás los viñedos, el conocimiento y el amor por la tierra que transmitieron a las generaciones futuras. Los recuerdos de su dedicación quedaron y las uvas siguieron creciendo como una promesa por cumplir, como la historia de María y Juan, sus nombres viven para siempre no sólo en los viñedos y en las sonrisas de quienes continuaron cosechando las uvas que allí nacen – pero también en las etiquetas de las botellas que viajan por el mundo y deleitan los paladares más variados.
En aquellas verdes colinas del Miño, la historia de María y João permaneció viva, como las vides que cuidaban con tanta dedicación y esperanza. Y en el Vinho Verde que sigue fluyendo, encontramos no sólo el sabor de la uva, sino también el sabor de la pasión, la dedicación y la tradición. Su legado quedó ahí para siempre: un testimonio de belleza y sencillez, una historia de conexión con la tierra y pasión por el Vinho Verde.