UN PASEO POR EL OPORTOTO, AL ESTILO LITERARIO DE MIGUEL CERVANTES*
Visiones aladas de un caballero
- Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza pasean por las calles de Oporto
A primera hora de la tarde de un día de julio, Don Quijote de la Mancha, hidalgo de fina estirpe, acompañado de su fiel escudero Sancho Panza, llega a la antigua, muy noble, siempre leal e invicta ciudad de Oporto.
Don Quijote: Ah, Sancho, aquí estamos por fin. Fueron largos y agotadores días bajo este sol de verano para llegar a la ciudad invicta, pero estoy seguro de que aquí nos espera algo especial.
Frente a la grandiosa Torre de los Clérigos, Don Quijote no duda: - Ante nosotros, el guardián de la ciudad, dominante y protector, desde su imponente altura y espíritu vigilante. Veo como nos mira, con desconfianza y altivez...
Sancho Panza: - Sí, mi maestro, una torre imponente. Pero no veo nada más en él, excepto un monumento...
Don Quijote: - Ah, Sancho, tu visión está limitada por las cadenas de la realidad mundana. Esta figura de guardia protege la ciudad de las fuerzas del mal. Pero tenemos licencia para seguir adelante, ¡vamos! Como era de esperar, entendió nuestra buena naturaleza e intención. Seguro que no apartará su atención de nosotros ni un segundo y nos seguirá por todas partes.
De camino a Ribeira, Don Quijote habla de la belleza de las calles empedradas, donde cada piedra es testigo de un eco de la historia.
Al avistar el Puente Luís I, Don Quijote se retira. Estás ante un dragón alado, listo para emprender el vuelo y conquistar los cielos con sus relucientes escamas de criatura mítica. Intimidado, se detiene. Se queda a contemplar al legendario animal mientras articula, en su cabeza, los argumentos más comprometidos para convencer al dragón de que los transporte a la otra orilla. Al otro lado del río Duero se encuentran las famosas Bodegas de Vino de Oporto, donde envejece el preciado néctar, definiendo su identidad y carácter. Entre ellos y una ansiada cata de vinos, un dragón alado.
Por tanto, Sancho Panza tiene la ardua tarea de informar al caballero andante que allí no se ve más que un puente de hierro, con sus dos tableros que unen las orillas del río, uniendo las ciudades de Oporto y Vila Nova de Gaia.
Mirando proyectado y distante, don Quijote parece no oír al escudero. Tu mente vaga entre la realidad y la fantasía. Los ojos de Don Quijote siempre ven más que los demás ojos ven. Sancho lo ayuda a guiarlo por la realidad de los caminos que recorren juntos. Cruzan el famoso puente y cada uno a su manera siente la emoción de hacerlo: Sancho contempla la belleza de lo que ve, partiendo de ese río que dicen que es de oro; Don Quijote se deja llevar por el sueño alado del dragón que le concedió su petición y le entregó la espalda en este viaje encantado.
Continuando deambulando por la ciudad, la siguiente parada es un oasis de verdor y aire puro, en el corazón de la ciudad: los hermosos jardines del Palacio de Cristal. Don Quijote cree estar frente a un cráter lunar cuando ve el Pabellón de Usos Múltiples que habita el jardín, al que se puede subir y disfrutar de una magnífica vista desde su bóveda. Para Don Quijote, este es un santuario celestial donde los dioses pueden contemplar la belleza de la Tierra. El caballero probablemente no sepa que hubo una vez un edificio hecho completamente de vidrio, construido en 1865 para albergar la Gran Exposición Internacional en Oporto. De esta estructura no queda nada, excepto el nombre con el que bautizaron este espacio que vive arraigado en el corazón de los portuenses.
Al final del día, cuando el sol se ponía sobre la ciudad, era desde allí, desde este Palacio que ya no es de cristal, desde donde contemplaban la caída de la noche, trayendo consigo renovados misterios y encantos.
Don Quijote: - Sancho, amigo mío, es en esta serenidad que encuentro confirmación de que mi búsqueda de aventuras y sueños es un verdadero camino.
Sancho Panza: - Señor, cada paso que damos en esta ciudad trae consigo un nuevo significado. Es un honor acompañarte y servirte en esta búsqueda.
Don Quijote: - Me siento bien en Oporto. Aquí encuentro la esencia de los valores que llevo en el corazón, como un caballero andante en busca de la justicia y el amor. En sus calles encuentro historias de valentía y perseverancia, mientras su río canta una melodía de valentía. En esta ciudad alta y orgullosa, encuentro el valor de la lealtad expresado en cada sonrisa sincera y cada apretón de manos. Los portuenses, como fieles escuderos, protegen sus tradiciones y honran el legado de sus antepasados. Su hospitalidad es un escudo protector que acoge a viajeros y forasteros. - Oporto me enseña a valorar la perseverancia, ya que sus empinadas colinas son desafíos constantes, así como los enfrentamientos que libramos contra los enemigos de la justicia. La ciudad fortificada se mantiene en pie, firme como un castillo medieval, resistiendo la intemperie y las adversidades de la vida. - Aquí redescubro la belleza de las pequeñas cosas, presente en cada mosaico de colores, en cada rincón escondido y en cada vidriera de una iglesia. ¡Ah, Oporto es un caleidoscopio de encantamientos, una sinfonía que cautiva los sentidos y despierta la sensibilidad artística que reside en mi alma caballeresca! - Sabes, Sancho, en Oporto se celebra el amor y la pasión como una armadura resplandeciente que envuelve corazones y mentes en un abrazo ardiente. A orillas del Duero, veo parejas bailando al ritmo del río, en un vals eterno que trasciende el tiempo y la razón. Aquí aprendo que el amor es el fuego que calienta el alma y enciende las batallas más duras. - Pero la ciudad de Oporto es también un faro de cultura y conocimiento, donde la sabiduría se transmite de generación en generación. En sus bibliotecas y universidades encuentro tesoros de saberes antiguos y modernos, alimentando mi sed insaciable de aprender y comprender el mundo que me rodea. - La ciudad de Oporto es, finalmente, un testimonio vivo de la resiliencia humana. Sus edificios históricos meticulosamente conservados son prueba de que podemos construir algo duradero, incluso frente a las tormentas de la vida. En este lugar, los valores que yo, Don Quijote de la Mancha, atesoro en la vida -la lealtad, la constancia, la belleza, el amor, la sabiduría y la resiliencia- encuentran un eco inspirador y cobran sentido en las personas y calles de esta ciudad.
Dejamos a nuestro caballero para hoy, en esta ciudad que se revela como un escenario donde los sueños cobran vida y las estatuas hablan al corazón de quienes se atreven a escuchar. Lo cierto es que el viaje de un caballero andante no es solo una lucha contra los molinos de viento, sino una búsqueda incesante de la verdad y la esencia de las cosas, que tantas veces se esconde más allá de lo que el ojo puede ver.
Acompañamos a Don Quijote y Sancho Panza, a su llegada a la ciudad de Oporto, aquel día de julio, cuando tejimos, juntos, una pieza imaginaria. Que las visiones aladas de Don Quijote y la lealtad de Sancho Panza nos inspiren a desafiar lo desconocido, abrazando las infinitas posibilidades que este mundo, y todos los demás, nos ofrecen.
*Este texto está escrito en el estilo literario recreado del escritor Miguel Cervantes, usando un modelo de lenguaje de IA en combinación con capacidades humanas. Tomando estos dos personajes inmortalizados por él en la literatura y poniéndolos por las calles de Oporto, pretendemos invitar a los lectores a un breve pero simbólico viaje a través del tiempo y el espacio.